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Lunes, 14 de julio de 2014   |  Número 31
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MIGUEL GUTIÉRREZ, PRESIDENTE DE LA SOCIEDAD ESPAÑOLA DE PSIQUIATRÍA
“Los psiquiatras somos los médicos que más arriesgamos”
Asegura que la expresión de la enfermedad mental puede estar muy matizada por la cultura de cada colectivo

Hiedra García Sampedro / Imagen: Pablo Eguizábal. Madrid
Madrid acogerá en septiembre el XVI Congreso Mundial de Psiquiatría en el que participarán cerca de 10.000 profesionales de más de 100 países. Abordar y comprender las enfermedades mentales sin el condicionante de las variables culturales de cada país es el objetivo de esta gran reunión, según ha contado en esta entrevista el presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría (SEP), Miguel Gutiérrez.

Gutiérrez destaca el aspecto vocacional de la profesión.

¿En qué momento se encuentra la Psiquiatría mundial?

En Psiquiatría, igual que en cualquier aspecto de la vida, hablamos de un mundo occidental desarrollado y otro subdesarrollado más retrasado a nivel socioeconómico. No podemos hablar de una Psiquiatría global porque hay muchas psiquiatrías.

Y en España, ¿cómo definiría el momento de la Psiquiatría española?

Está en el mejor momento histórico en todos los aspectos, no solo en el asistencial. Desde la Ley General de Sanidad del año 86 el crecimiento ha sido exponencial. El buen nivel de la Psiquiatría se nota en la formación de los profesionales, gracias sobre todo al programa de posgrado del MIR, que ha conseguido que los psiquiatras tengan una formación muy cualificada, al mismo nivel que otras disciplinas médicas. A eso hay que añadir que la Psiquiatría se ha colocado a la cabeza en investigación médica en España. El Cibersam es uno de las agrupaciones científicas más punteras.

Pero la Psiquiatría sigue sufriendo un estigma, no solo los pacientes, sino la profesión…

Cuando los pacientes son estigmatizados de alguna forma se contamina a los cuidadores, a los profesionales que los atienden. Esto no es nuevo en Medicina, hay muchas enfermedades, especialmente las infecciosas como en su día fueron la lepra o el sida, que han comportado el mismo estigma que el enfermo psiquiátrico. Al ser colectivos más potentes socialmente, por ejemplo los infectados por VIH, han generado más recursos que los enfermos psiquiátricos crónicos, que son los más débiles.

El estigma alcanza al profesional, ¿se nota en su relación con la administración, con las gerencias de los hospitales?

Es muy variable. En mi caso, en el hospital donde trabajo, Psiquiatría es un servicio puntero, muy por encima del 50 por ciento de los servicios, y eso ocurre en muchos otros hospitales españoles. La Psiquiatría no está a la zaga de ninguna especialidad pero tiene unas connotaciones como puede tenerlas también la oncología infantil, que suponen un extra de vocación. En definitiva, no es psiquiatra el que no quiere serlo. Pero en general no hay ningún tipo de problema en el hospital y menos ahora, cuando la Psiquiatría está integrada en el marco general de la medicina en las mismas condiciones en cuanto a situación profesional o laboral.

El estigma quizás puede estar causado por la variabilidad dentro de la especialidad…

La desuniformidad no se debe al conocimiento psiquiátrico porque éste es universal. Los tratamientos que utilizamos no requieren tecnologías caras o complejísimas, sino simplemente de aspectos relacionados con la formación de los psiquiatras, que es igual de buena que la de cualquier especialista. Nuestra disciplina es más vocacional que otras donde la rentabilidad económica es mayor. El que elige Psiquiatría sabe que es una profesión difícil y por otra parte,  muy interesante, precisamente por la necesidad y el desafío que supone aumentar el conocimiento sobre el funcionamiento psíquico del ser humano, tanto en su situación de normalidad como de enfermedad. Creo que los médicos más descubridores somos los psiquiatras, los que más arriesgamos y curioseamos y los que más nos aventuramos en lo desconocido, a cambio a veces de nada.

El acceso a la atención es dispar según los países.

Ese interés se plasmará en el congreso mundial que se celebra en septiembre en Madrid, ¿cuántas personas se ha previsto que acudan a este evento?

Pues creemos que alrededor de 10.000 personas de 100 países porque hasta ahora hay más de 5.000 inscritos. Habrá más de 3.300 comunicaciones y 550 talleres y simposios. Las sesiones científicas alcanzarán las 75. Hasta ahora, el tráfico on-line que ha generado el congreso ha sido muy importante, más de 10.000 personas han solicitado información a través de las redes sociales. Es el tercer congreso mundial que se celebra en Madrid, cuya candidatura ganó a ciudades como París, Milán, Taiwán, Ciudad del Cabo o Praga, y está apoyada por la Asociación Portuguesa de Psiquiatría.

¿Cuáles son los objetivos que se han marcado para este congreso?

El más importante tiene que ver con la compresión de la enfermedad mental sin los prejuicios de las variables culturales donde se desarrolle la actividad psiquiátrica. Toda descomposición psíquica tiene un componente biológico pero también social o económico, y la expresión de la enfermedad puede estar muy matizada por la cultura de donde cada uno provenga. Llorar a veces significa sentimientos que pueden interpretarse como alegría o como tristeza en función de donde estemos, pero tampoco se llora igual en todos los sitios, ni por lo mismo. Hay culturas más proclives a la expresión emocional, más abiertas, y otras más contenidas. Estas cuestiones se analizan en congresos como este, también es una acción importante la atención a los países más pobres, de hecho, para participar en el congreso no se les exige lo mismo que a los más desarrollados, por ejemplo, el precio de inscripción es más barato y para establecerlo hemos utilizado los baremos de la Unesco.

Tampoco es lo mismo en cuanto a contenidos, hay países en los que el desafío está más centrado en la investigación porque lo asistencial ya está cubierto, y eso no se puede decir de países subdesarrollados donde hay carencias importantes en lo asistencial, tantas que ni siquiera pueden contemplar aspectos formativos o científicos, porque no hay recursos ni personal para ello. Facilitar la formación continuada de estas personas es un objetivo principal, para que puedan transmitir su conocimiento en sus países.

¿Cómo se han elegido los temas que se tratarán en el congreso?

Se remiten las propuestas a una secretaría técnica que clasifica los temas. Después interviene un comité científico que examina y analiza todas las propuestas y valida unas y rechaza otras porque no sean procedentes o porque no tengan contenido científico suficiente o porque contienen aspectos que no están relacionados con nuestra profesión.

El lema escogido por el presidente de la asociación mundial, Pedro Ruiz, ha sido ‘Focusing on Access, Quality and Human Care’, ¿por qué es importante centrarse en estos temas?

No en todos los países el acceso al tratamiento psiquiátrico es igual de fácil, en algunos simplemente no existe como prestación a la población en general porque ni siquiera existe servicio público, y en otros, está dificultado por razones económicas, organizativas o culturales. Por eso es importante analizar este tipo de cosas y sensibilizar también a los gobiernos en la necesidad de facilitar el acceso a los recursos sanitarios, en este caso psíquicos, que permiten la detección y el tratamiento de las enfermedades psiquiátricas en todos los países del mundo.

¿Se presentarán avances científicos en este congreso?

Naturalmente, es un congreso de 10.000 personas y vienen muchos investigadores que presentan novedades. Pero las novedades no se producen como en otras disciplinas ajenas a la ciencia, en nuestro caso son consecuencias de una novedad anterior. En este sentido, hablamos de desarrollo porque la ciencia no evoluciona a golpes, salvo cuando son golpes de suerte. Es un proceso evolutivo, los equipos trabajan 20 años en una dirección en la que se producen avances progresivos, continuados. Y un congreso supone la puesta en común de esos avances, para conocer la información que manejan otros equipos, eso enrique y también permite seguir avanzando.

 

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