Hiedra García Sampedro. Madrid
La nosología en Psiquiatría está de actualidad, pero al mismo tiempo es un tema muy antiguo. Aunque los expertos llevan 200 años dándole vueltas, no se ha encontrado solución ni consenso total a cómo se definen y clasifican las enfermedades mentales, y un ejemplo es la aparición del nuevo manual DSM-5, según ha comentado Juan José López-Ibor en su conferencia ‘Luces y sombras de la nosología psiquiátrica’ pronunciada en la Real Academia Nacional de Medicina.
Juan José Lopez-Ibor en un momento de su conferencia en la RANM.
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López-Ibor ha recordado que hace unos meses Thomas Insel, director del Instituto Nacional de Salud Mental de Estados Unidos, renegó del DSM-5 y aseguró que el manual es la mejor herramienta que tienen los clínicos para tratar a los enfermos, pero al mismo tiempo, su manera de categorizar las enfermedades no debería guiar la investigación.
Teniendo en cuenta que las enfermedades mentales se pueden catalogar,-como ya apostilló Kahlbaum en el siglo XIX-, algunos expertos aseguran que las clasificaciones basadas en síntomas realizadas hasta ahora son insuficientes y no establecen una frontera clara entre la patología y la normalidad. Insel asegura que deben buscarse nuevos paradigmas, mientras que Steven Hyman, director del Centro Stanley para la Investigación Psiquiátrica, se refiere a la Oncología como modelo a seguir de especialidad avanzada en aspectos de nosología.
“La nosología basada en las manifestaciones clínicas tiene la ventaja de ser fiable y ha conseguido que hablemos un lenguaje común, pero nos da problemas porque las enfermedades a veces tienen pocos síntomas, o demasiados y hay que hacer varios diagnósticos”, asegura Juan José López-Ibor.
Uno de los mayores problemas a los que se enfrenta la Psiquiatría es la falta de conocimiento de genes de vulnerabilidad útiles para predecir el riesgo de padecer un trastorno. Aunque está demostrada la implicación de la genética en la patología mental, los cuadros clínicos son complejos “y sería sorprendente que se correlacionaran uno a uno con sistemas neurobiológicos o genes específicos”, según López-Ibor, quien cree que la consecuencia de esta complejidad es el solapamiento de hallazgos “y el popurrí de la psicofarmacología.”
Conectómica y medicina en red
Las anomalías en las conexiones en el cerebro están relacionadas con patologías como la esquizofrenia, cuyo origen físico no se puede localizar. No hay alteraciones de funciones psíquicas completas sino que son las asociaciones entre ellas las que están destruidas. Por esta razón, López-Ibor afirma que la investigación debe centrarse en cuáles son esas conexiones e integrar métodos diversos de la neurociencia para su estudio.
“Los centros de comunicación del cerebro no funcionan como entidades individuales, sino que actúan como un colectivo estrechamente interrelacionado”, asegura. Además, recuerda que hay 12 nodos de ambos hemisferios fuertemente interconectados, “más densamente de lo que cabría esperar”, por los que pasa toda la información. “Tenemos que ver cómo se comunican entre ellos, no estudiar una sola región”, subraya.
“Estas limitaciones diagnósticas pronto se convertirán en una nota histórica, el genoma humano nos va a permitir diagnosticar las enfermedades de otra manera”, pronostica López-Ibor.
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