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Jueves, 26 de junio de 2014   |  Número 30
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ACTUALIDAD
NO EXISTE UN DESENCADENANTE ÚNICO
La bulimia y la anorexia comienzan a darse a los 11 o 12 años
Normalmente un tercio de las afectadas consigue superar el  problema

Redacción. Madrid
Los expertos han mostrado su preocupación por el aumento de la  incidencia de los trastornos alimentarios, tales como la bulimia (que afecta a entre el 3-5 por ciento de la población), la anorexia (1-3 por ciento) o la  ingesta compulsiva o “atracones” (2 por ciento), y por el hecho de que cada vez  se den a edades más tempranas, en torno a los 11-12 años.

Marina Díaz Marsá.

Así lo ha aseverado la psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos  de Madrid Marina Díaz Marsá, quien ha recordado que estos  trastornos son más frecuentes en mujeres (97 por ciento del total de casos).

"Sucesos traumáticos, accidentes, fracasos escolares y vitales,  estrés, ansiedad, culto al cuerpo, presiones sociales, familiares,  son solo algunos de los factores que pueden desencadenar un trastorno  de la alimentación", ha reconocido esta experta, que considera clave  conocer el origen para erradicar el problema y evitar recaídas.

Para esta experta, no obstante, no existe un desencadenante único  sino que son el resultado de la combinación de varios factores biológicos, psicológicos y sociales.

Por un lado, se ha demostrado que las alteraciones del  neurotransmisor serotonina influyen en la conducta alimentaria, de  igual manera que las alteraciones biológicas responsables de la  impulsividad; mientras que las alteraciones del eje hipotálamo  hipofisario suprarrenal que maneja el estrés también podrían tener su  papel, así como las alteraciones del sistema inflamatorio.

Además, esta experta advierte de que hay que estar atentos a  algunos síntomas que pueden alertar de su aparición, tales como  alteraciones en la ingesta, pérdida constante de peso ingesta  selectiva de alimentos.

"En el caso de las adolescentes, no quieren sentarse en la mesa  con los familiares, tienen una excesiva preocupación por la imagen corporal, se vuelven más irritables y tendentes al aislamiento", asegura Díaz Marsá.

Solo un tercio logra superar el problema

Normalmente un tercio de las afectadas consigue superar el  problema, otro tercio se mantiene más o menos estable con posibles  recaídas y el último tercio cronifica la enfermedad.

El tratamiento que reciben estas pacientes es médico y consiste en  recuperar la normalidad nutricional, realizar psicoterapia destinada  a resolver conflictos, planificar objetivos vitales y mejorar  autoestima. Además, a menudo es necesario instaurar tratamiento  farmacológico para tratar la labilidad emocional, la ansiedad y la  depresión, la impulsividad y los pensamientos obsesivos "que impiden  que la paciente avance".

La cronificación de la enfermedad tiene serias consecuencias para  la calidad de vida de las afectadas puesto que, como reconoce Díaz  Marsá, "su única motivación reside en el peso y en la comida, por lo  que tienden a perder su vida social, personal, familiar y laboral,  así como todos sus objetivos vitales y personales".

La terapia en este tipo de pacientes consiste en ir recuperando su  vida, consiguiendo logros a corto y largo plazo que no tengan que ver  con el peso ni la nutrición. "Que hagan algún curso, alguna  actividad, que se replanteen lo que quieren ser. Es nuclear tratar  todos los aspectos colaterales, ya que pueden estar tratadas y tener  bajo control la anorexia, pero es fundamental para su recuperación  recomponer los aspectos laborales académicos, de ocio, etcétera", ha  apuntado.

 

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