Redacción. Barcelona
La adicción a la comida no está reconocida por ahora como un trastorno mental pero es cierto que personas obesas presentan claramente un comportamiento cercano a la adicción. Con el objetivo de alcanzar un estatus de diagnóstico formal, la adicción a la comida requiere una evidencia fuerte que apoye la afirmación de que algunos ingredientes tienen propiedades adictivas idénticas a las drogas. Este tema se ha debatido en el 26 Congreso del Colegio Europeo de Neuropsicofarmacología (ECNP) celebrado en Barcelona.
Suzanne Dickson.
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La última actualización de la guía diagnóstica de la Asociación Americana de Psiquiatría, el DSM-5, reconoce el “trastorno de atracón” (BED en sus siglas en inglés) como distinto a la anorexia y la bulimia nerviosas, pero todavía se debate si está consolidado como un trastorno de adicción o debería prevenirse y tratarse como otro trastorno adictivo.
La nueva categoría de trastornos adictivos relacionados con sustancias en el DSM-5 combina las categorías del DSM-IV de abuso y dependencia de sustancias en un solo trastorno con grados de menos a más severos. El término ‘dependencia’ya no se usa en el DSM-5, porque muchas personas la identifican con la adicción cuando, de hecho, la dependencia puede ser una respuesta normal del cuerpo a una sustancia.
Durante el 26 ECNP Congreso, la profesora Suzanne Dickson, neurocientífica del Instituto de Neurociencia y Fisiología Sahlgrenska Academy en la Universdad de Gothenburg, Suecia, ha comentado que “la introducción de ‘trastornos adictivos’ permite la clasificación de las adicciones comportamentales por primera vez, por ejemplo, el juego patológico, pero esto no se aplica a la adicción a la comida. Aunque habría coincidencias neurobiológicas y clínicas entre las comilonas excesivas y los trastornos adictivos por sustancias, una gran diferencia es que el consumo de comida, a diferencia del alcohol, la cocaína o el juego, es necesario para vivir.”
“De hecho, un subgrupo de pacientes obesos muestran propiedades cercanas a la adicción, como la pérdida de control,” continúa Dickson, “pero esto no significa automáticamente que sean adictos”.
Según algunos estudios, al menos entre el 10 y el 15 por ciento de las personas obesas sufren de BED. Sin embargo, este trastorno también se da en personas que tienen un peso normal. El término ‘adicción a la comida’ ha sido acuñado por la prensa y por muchos pacientes como una explicación razonable a sus problemas. Los estudios que exploran el cerebro de los pacientes obesos muestran que ciertas áreas conocidas por estar involucradas en la recompensa y la adicción tienen una respuesta alterada a las imágenes de comidas apetitosas e incluso al sabor de la comida.
Sin embargo, se necesitan más pruebas para apoyar la inclusión de la adicción a la comida como una categoría diagnóstica. Dickson asegura que “las pruebas son insuficientes para apoyar la idea de que la adicción a la comida es un trastorno mental. No tenemos un síndrome clínico de adicción a la comida hasta ahora, y es muy importante establecer la validez de una condición antes de postular su entrada en el DSM.”
Señala que la tendencia a reconocer comportamientos como adicciones es un gran paso adelante y ayudará a evitar el estigma de los pacientes. “Este desarrollo es crítico porque las obsesiones comportamentales que no son patológicas pueden ser potencialmente ‘medicalizadas’, y así recibir un diagnóstico formal, en el que se refleje un exagerado, pero no-patológico, enganche. Sin embargo, será importante evitar el sobrediagnóstico de trastornos”.
El psiquiatra Hisham Ziauddeen, del Instituto de Ciencia Metabólica Wellcome Trust-MRC del Hospital Addenbrooke de Cambridge, se cuestiona el modelo de la adicción a la comida. “Mientras la idea de la adicción a la comida es intuitivamente muy atractiva, hay realmente pequeñas evidencias hasta ahora que sugieran que exista en humanos,” asegura Ziauddeen. “Es muy importante que se investigue, pero es esencial tener suficientes estudios que apoyen la idea antes de que corramos a reconocerla como una condición genuina y empecemos a pensar maneras de atacarla y tratarla”.
Según Ziauddeen, la mejor prueba para la adicción a la comida en la actualidad viene de los modelos animales pero hay alertas que deben tenerse en cuenta. Las diferencias entre los cerebros que responden a imágenes de comida es una prueba muy inconsistente y realmente no apoya la idea de la adicción a la comida.
Por otro lado, la preocupación sobre cómo el diagnóstico de adicción a la comida podría presentar un desafío para las políticas de salud pública, Ashley Gearheardt, profesor asistente de Psicología Clínica de la Universidad de Michigan en Estados Unidos, señala los pasos regulatorios que serían prácticos y adecuados.
“La idea de que algunas comidas podrían ser capaces de activar el proceso adictivo en personas vulnerables es un tema de debate candente. Si la adicción a la comida existiera, podría alterar la manera de pensar sobre el papel del cerebro en la obesidad, podría abrir el desarrollo de tratamientos farmacológicos novedosos. Los aciertos y los fallos de la política en el campo de la adicción pueden también guiar en esta crisis mundial de salud pública”.
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