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Jueves, 16 de octubre de 2014   |  Número 33
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LA VIOLENCIA SINTOMÁTICA EN TRASTORNOS DE PERSONALIDAD PUEDE SER CORREGIDA
El freno y la sanción a la agresividad ayudan al paciente a mejorar
José Luis Carrasco, del Clínico San Carlos de Madrid, pronuncia una conferencia sobre este tema en la XII Reunión Anual de la Sociedad Vasco-Navarra

Hiedra García Sampedro
La relación entre la violencia y la enfermedad mental es compleja, como así lo ha explicado José Luis Carrasco, catedrático y jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid en la XII Reunión Anual de la Sociedad Vasco-Navarra de Psiquiatría. En este encuentro, Carrasco ha explicado la delimitación entre violencia derivada de un trastorno psiquiátrico y la que no es consecuencia de una enfermedad, cuáles son las claves para diferenciarlas y cuáles son las bases para su tratamiento y su repercusión legal.

José Luis Carrasco, catedrático y jefe de Sección de Psiquiatría del Hospital Clínico San Carlos de Madrid.

Las personas con trastorno mental en muchas ocasiones no pueden controlar su agresividad, por ejemplo, en los casos más graves, en los de tipo psicótico, el individuo puede ser violento porque un delirio le está atacando. Sin embargo, según ha subrayado Carrasco a esta publicación, la violencia en pacientes con esquizofrenia “es muy rara”, pero cuando ocurre “siempre sale en los medios de comunicación”. A parte de en las psicosis, estas conductas se dan también en otros trastornos mentales que son de tipo afectivo y de personalidad, en los cuales se conserva el juicio de la realidad, pero existe una dificultad para controlarse, lo que constituye una discapacidad para el paciente, aunque sigue siendo responsable de sus actos.

Esta violencia sintomática suele ser consecuencia de una alteración de la regulación de las emociones que es necesario arreglar mediante medicamentos que puedan mejorar el ánimo o que aplaquen la irritabilidad. Es imprescindible combinar los fármacos con terapias para conocer y manejar las emociones y reparar la propia representación personal que tiene el sujeto de sí mismo, además de actuar con sus familiares y entorno más cercano. “Hay mecanismos de freno, si uno está muy enfadado puede aplacar su conducta”, según señala José Luis Carrasco, quien asegura que es necesario “sancionar la violencia, porque si no hay límites, crece el descontrol y la persona se convierte en egocéntrica, agresiva y mala”. Aunque el paciente no tenga capacidad de control, sí puede sentir el miedo y el castigo, “que puede ser una multa o un abandono por parte de otra persona”, puntualiza Carrasco.

Avances en la detección

El psiquiatra del Hospital Clínico San Carlos de Madrid asegura que “se ha avanzado bastante” en las técnicas para determinar marcadores de las conductas agresivas en enfermedades mentales, tanto a través de la neuroquímica como de la neuroimagen. Las personas con estos problemas tienen un déficit de funcionamiento en algunas áreas del cerebro, fundamentalmente en las frontales o prefrontales, las más cercanas a los sistemas emocionales como el límbico, la amígdala o el hipocampo, que interpretan la información emocional y están relacionadas con la dificultad de estas personas para controlar sus impulsos.

Las causas de este déficit de funcionamiento son variadas, desde factores genéticos, a fallos en el desarrollo o vivencia de episodios traumáticos. José Luis Carrasco comenta que hay algunos traumas que son casi imposibles de integrar en la personalidad, en estos casos el cerebro puede “desconectarse para no tener que procesar algo tan doloroso”. Esas áreas ‘desconectadas’ son las prefrontales, lo que explica los trastornos de personalidad en aquellas personas que han vivido traumas infantiles graves de tipo físico o sexual, y que luego pueden desarrollar irritabilidad y conductas agresivas contra la familia o contra ellos mismos.

Las autolesiones son frecuentes fundamentalmente en el trastorno de la personalidad límite, que engloba a la mayoría de las conductas con inestabilidad emocional y agresividad. Pero la violencia y el comportamiento tiránico se ejercen sobre todo contra los seres cercanos, a quienes les une un lazo de dependencia. Según Carrasco, “no pueden evitar su ira y la descargan contra las personas que nunca les abandonarían porque les quieren, pero no se les debe permitir porque sean enfermos, hay que poner freno”.

 

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