Hiedra García Sampedro. Madrid
Los nuevos abordajes para el tratamiento de la esquizofrenia se centran en la implicación del sistema inmunológico, en cómo afectan los procesos de inflamación al desequilibrio de la neurotransmisión. Aunque aún no se están utilizando los antiinflamatorios en el tratamiento, probablemente en un futuro cercano aparezcan antipsicóticos que de una forma más clara tengan en cuenta estos efectos, ya que existe una evidencia científica creciente apoyada en estudios de neuroimagen que confirma la teoría inflamatoria y sus consecuencias en el metabolismo tanto óxido como nitrosativo entre las causas de la enfermedad.
Miquel Bernardo, Celso Arango y Carmen Marqués.
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Desde el siglo XIX ya existían sospechas, pero ha sido en los últimos 15 años cuando se ha puesto el foco en las alteraciones inflamatorias inmunológicas, según ha comentado a esta publicación Miquel Bioque, del Hospital Clínic de Barcelona. Esta tesis ha sido una de las claves debatidas en el II Foro Internacional de Nuevos Abordajes en el Tratamiento de la Esquizofrenia celebrado en Madrid.
Ana González-Pinto, jefa Clínica y de Investigación en el Servicio de Psiquiatría del Hospital Santiago Apóstol de Vitoria, comenta que en el siglo XIX las técnicas no permitían obtener conclusiones sobre la hipótesis inflamatoria, por lo que las evidencias se han hecho esperar, y hace solamente cinco años aparecieron en la revista 'Nature' hallazgos que relacionaban claramente y en muestras muy amplias, genes mediadores de la respuesta inmune y esquizofrenia. “Los estudios sobre genética en la esquizofrenia han destacado también un componente inmunológico en el riesgo genético”, ha puntualizado por su parte Miquel Bioque.
Miquel Bioque.
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Los estudios han demostrado un aumento de citoquinas proinflamatorias a nivel plasmático y se ha visto que lo que existiría sería un desequilibrio entre los procesos proinflamatorios y antiinflamatorios en esquizofrenia crónica. Este desequilibrio se ha podido vislumbrar también en el inicio de la enfermedad, en los primeros episodios psicóticos, según el ‘Proyecto PEPs’ dirigido por Miquel Bernardo, presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica (SEPB). Los antipsicóticos, sobre todo los de segunda generación, son efectivos en parte porque su efecto antiinflamatorio ayudaría a contrarrestar el desequilibrio pro-antiinflamatorio.
Antiinflamatorios como la aspirina, el celecoxib, el davunetide, los estrógenos o la minociclina, han sido estudiados en pacientes con esquizofrenia; sin embargo, la aspirina por ejemplo es un antiinflamatorio poco específico. “Si se tuvieran en cuenta dianas más específicas podrían encontrarse tratamientos antiinflamatorios más adecuados para los procesos inflamatorios relacionados con el debut de la esquizofrenia”, asegura Miquel Bioque, quien subraya que existen una serie de necesidades no cubiertas por los antipsicóticos actuales. Por su parte, Ana González-Pinto cree que “en poco tiempo, se empezará tanto a medir la inflamación de los pacientes, como a tratarla y ver su evolución”, debido al valor que puede tener como biomarcadores de la enfermedad.
Ana González-Pinto.
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Tratamiento integral
Los antipsicóticos clásicos se centran en abordar los síntomas positivos como los delirios y alucinaciones mientras que “las nuevas líneas de investigación ponen el foco en frenar los síntomas negativos y los relacionados con los déficits cognitivos”, ha explicado en la inauguración del Foro el director científico del Centro de Investigación Biomédica en Red de Salud Mental (Cibersam), Celso Arango. Estos síntomas negativos, es decir, la abulia, la falta de disfrute con las cosas, la falta de plantearte unas metas y de seguirlas, también se abordan fuera del campo de la farmacología. En este sentido, “la intervención psicosocial pretende aportar al paciente y su familia herramientas para afrontar la enfermedad e identificar los síntomas iniciales. La rehabilitación tiene como objetivo la reconexión del paciente en la sociedad, como por ejemplo a través de empleo protegido; una de las asignaturas pendientes en nuestro país”, prosigue Celso Arango.
En una mesa redonda dentro del II Foro Internacional, se ha abordado el tratamiento no biológico, los psicosociales para síntomas negativos o las terapias cognitivas para algunos síntomas positivos. “La combinación de fármacos y tratamientos no biológicos es lo que permite a los pacientes mejorar por completo”, asegura María Fe Bravo, jefa del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario La Paz de Madrid.
María Fe Bravo.
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Los cuadros de esquizofrenia producen una serie de discapacidades asociadas a los síntomas negativos de la enfermedad y que tienen que ver con la habilidad para relacionarse con otras personas. “Es importante tratar o rehabilitar esas habilidades para recuperar el proyecto de vida; las técnicas de rehabilitación psicosocial se ha visto que son muy efectivas”, comenta María Fe Bravo. El problema se da cuando el paciente no tiene conciencia de su enfermedad y no quiere participar en estas terapias.
Además, hay que tener en cuenta la organización de los servicios para que un paciente con trastorno mental grave pueda recibir todos estos tratamientos. Se habla en este sentido de la gestión de casos o del tratamiento asertivo comunitario, que son formas de organizar los servicios. “Muchas veces es difícil de llevar a cabo, pero si no se da, los pacientes con esquizofrenia no estarán recibiendo el tratamiento completo que necesitan según demuestran los estudios”, asegura María Fe Bravo.
II Foro Internacional
Según ha comentado Carmen Marqués, directora médico de Roche Farma, “el Foro Internacional sobre Esquizofrenia ha sido una excelente oportunidad para revisar todos los nuevos abordajes desde una perspectiva multidisciplinar, reuniendo a investigadores preclínicos, psiquiatras, epidemiólogos, fármaco-economistas y asociaciones de familiares de pacientes”.
Marqués añade que “desde la aparición de los primeros fármacos antipsicóticos a finales de la década de los cincuenta del siglo pasado, toda la investigación psicofarmacológica se ha centrado fundamentalmente en la modulación de la neurotransmisión dopaminérgica con resultados bastante aceptables en el control de los síntomas positivos. Sin embargo, el control de la sintomatología negativa y cognitiva permanece como una necesidad terapéutica aún no resuelta.”
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