Hiedra García Sampedro / Imagen: Pablo Eguizábal. Madrid
La esquizofrenia es una de las patologías que genera una mayor discapacidad en nuestra sociedad. Su edad de inicio, su curso (en muchas ocasiones crónico), y la disminución en la funcionalidad que produce, la convierten en uno de los grandes retos de la medicina actual.
En la actualidad existe un intenso debate en torno al concepto de eficacia de los tratamientos de la esquizofrenia, así como en relación a la importancia de las diferentes dimensiones que se pueden medir para esta misma. Para fomentar la discusión clínica en torno a la definición de eficacia, y de otros conceptos relacionados como eficiencia y efectividad en esquizofrenia, así como contribuir a mejorar la medición de estos parámetros, se ha puesto en marcha “Rethinking’, un proyecto en el que colaboran Otsuka y Lundbeck y que reúne a representantes de la administración sanitaria, de asociaciones de pacientes, profesionales clínicos e investigadores, con el objetivo de replantear el abordaje actual de la esquizofrenia en torno a tres ejes: eficacia, efectividad y la eficiencia en las siguientes dimensiones: síntomas; recaídas y adherencia; cognición; calidad de vida y aspectos subjetivos; estigma social; recuperación funcional y salud física.
Los expertos aseguran que hoy más que nunca es necesario analizar cómo se están trasladando esos estudios a la práctica clínica del día a día en las consultas. Según ha comentado a esta publicación el psiquiatra del Complejo Hospitalario Universitario de Vigo José Manuel Olivares, “más allá de lo que diga un estudio concreto acerca de la eficiencia de un tratamiento o de una intervención, en el mundo real las cosas son bastante distintas”.
El presidente de la Sociedad Española de Psiquiatría Biológica, Miquel Bernardo, asegura que “en estos momentos, aplicar esa eficacia vista en el laboratorio en unas condiciones ideales es perfectamente posible, pero debemos estudiar bien cuáles son las opciones más efectivas y rentables económicamente”. En definitiva, lo más barato es invertir “más y mejor”, según Bernardo, quien señala que “si nos dan más recursos, vamos a abaratar no solo los costes sanitarios sino también los indirectos.”
“Normalmente, los profesionales estamos acostumbrados a valorar las intervenciones, tanto psicoterapéuticas como psicofarmacológicas desde un análisis de la eficacia, de si sirven o no en situaciones controladas, pero eso generalmente se queda muy corto en la práctica clínica y es necesario ver si esos tratamientos realmente funcionan, si son aceptados por los pacientes y están disponibles por el sistema”, ha comentado por su parte María Fe Bravo, jefe del Servicio de Psiquiatría del Hospital Universitario La Paz de Madrid.
La importancia de este debate multidisciplinar sobre la esquizofrenia radica además en su enfoque a largo plazo del tratamiento y sus resultados en la mejora de la calidad de vida del paciente. “Las administraciones, las agencias reguladoras o los clínicos tendemos a pensar en el corto plazo, nos centramos en lo que va a pasar hasta la próxima visita del paciente, si puede tener más o menos síntomas”, explica Celso Arango, director científico del Cibersam. En este sentido, la participación de las asociaciones de pacientes en esta iniciativa es fundamental para recordar y abordar aspectos fuera de la clínica, como la inclusión en la sociedad de los pacientes o su calidad de vida percibida.
Ana Cabrera, directora de la Asociación Madrileña de Amigos y Familiares de Personas con Esquizofrenia (Amafe), ha señalado a esta publicación que el reto en Psiquiatría es trabajar teniendo en cuenta la recuperación del paciente en términos de calidad de vida y no solamente en su “estabilización psicopatológica”. “Hay que devolverles a los pacientes la responsabilidad en la toma de decisiones, debemos ser mucho menos directivos porque al final la enfermedad es suya y deben tomar la decisión de lo que hagan”, asegura Cabrera.
En definitiva, según ha subrayado Benedicto Crespo-Facorro, psiquiatra del Hospital Universitario Marqués de Valdecilla, el objetivo de esta iniciativa promovida por Otsuka y Lundbeck es “generar un cambio en nuestras rutinas y en nuestra práctica clínica en beneficio de los pacientes.” |