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Miércoles, 09 de octubre de 2013   |  Número 16
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XVII congreso nacional de psiquiatría
A LA HORA DE JUZGAR UN HECHO VIOLENTO
Distinción entre el bien y el mal, la frontera entre la locura y la maldad
Hoy en día la ley exige demostrar que el sujeto delincuente tiene una enfermedad mental y que ésta ha influido en el crimen

Redacción. Sevilla
En las comisarías de medio mundo se repite un perfil: egocéntrico, narcisista, cruel y sin remordimientos; carente de empatía, mentiroso, manipulador y antisocial; impulsivo, irresponsable e incapaz de controlar su conducta. Así definen al psicópata criminal figura que, sin embargo, no está clarificada en el campo de la Psiquiatría. Viene al caso esta reflexión a la hora de valorar la mesa En los límites de la normalidad ¿Maldad o enfermedad? organizada en el XVII Congreso Nacional de  Psiquiatría. Antonio Medina León, catedrático de Psiquiatría de la Universidad de Córdoba; Julio Seoane Rey, de la Universidad de Valencia y  el magistrado José María Magaña, perteneciente a la Audiencia de Córdoba fueron los encargados de buscar respuesta a esa pregunta. 

Antonio Medina León.

En los juicios de Nuremberg, el alegato sobre la ausencia de maldad fue frecuente. Nadie había actuado con maldad, sino movidos por cadenas de mando que los privaban de su propia voluntad. Los tribunales acabaron desestimando muchas de estas alegaciones en lo que puede considerarse un reconocimiento de la maldad intrínseca.

Sin embargo, en el debate se ha explicado que “es normal escuchar, cada vez que se comete un acto violento que sorprende, que el agente que lo cometió está loco. Se piensa, quizá, que de esa forma se exculpa a la razón humana de la comisión de actos delictivos, sin tener en cuenta que, en este como en otros muchos casos, se olvida el concepto de responsabilidad que los seres humanos tienen sobre sus actos”.

Una revisión histórica de la idea psiquiátrica analiza cómo la Psiquiatría fue asumiendo el concepto de maldad para conseguir un mayor o menor poder sobre los hombres. Antonio Medina señala que “existe una frontera enorme. El comienzo del estudio del alienado data de la Revolución francesa, cuando se decide definir el concepto de ciudadano, donde se incluye la figura del alienado”. Es el médico y reformador francés Philippe Pinel (1745-1826), quien plantea que no deben construirse nuevas hipótesis sino limitarse a la observación y descripción de hechos. “La contribución fundamental de Pinel fue cambiar la actitud de la sociedad hacia los enfermos mentales para que sean considerados como seres humanos merecedores de un tratamiento médico”, asegura Medina, quien añade una reflexión que explica las dificultades para esta distinción. “Hay que considerar”, dice, “que la Psiquiatría es la única espacialidad que no nace de una necesidad médica”. 

La evolución de la Psiquiatría ha desembocado en la realidad que hoy impera en nuestro sistema. Jueces, abogados, psiquiatras y otros profesionales de la salud mental y del campo legal, sostienen que si una persona es razonablemente consciente de sus acciones, por lo que refiere a su actividad cotidiana, y puede discernir entre el bien y el mal, entonces no se la considera una persona mentalmente enferma, sino una persona con problemas de carácter moral y es perfectamente imputable. Medina sostiene que “hoy en día la ley exige que ha de demostrarse que el sujeto delincuente está loco y que su locura ha influido en el crimen”.

No es fácil el debate. Celso Arango precisa que “la violencia se ha convertido en un problema de primer rango en la sociedad actual. La enfermedad mental en general, y la esquizofrenia en particular, han sido relacionadas con la violencia a lo largo de la historia. La estigmatización que conlleva esta asociación ha repercutido negativamente tanto en los pacientes que sufren la enfermedad como en sus familiares. Para prevenir la violencia en esta población debe conocerse primero qué diferencia a los pacientes con esquizofrenia que actúan de manera violenta del resto. Factores como síntomas psicóticos, falta de conciencia de enfermedad y consumo de tóxicos aumentan la prevalencia de aquélla. La presencia de determinados síntomas psicóticos, así como las características de los mismos, se relacionan con conductas agresivas tanto a nivel ambulatorio como hospitalario. Dichos factores pueden beneficiarse de un tratamiento adecuado, lo que podría repercutir en una disminución de la violencia”.

 

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